Competencias de los gestores encargados de la valorización patrimonial del territorio. Tercera parte: Habilidades personales

“En el trabajo grupal los integrantes del mismo no solo tendrán que considerar las indicaciones dadas por quien lidera  la organización, sino que los participantes de la organización debiesen exponer diversas competencias inherentes a su formación y actuar para así complementar, adecuadamente, el accionar organizativo en un proyecto o propuesta territorial en desarrollo.

Complementando lo indicado se identificarán y describirán varias capacidades individuales, y es así como  el autoliderazgo  es el conjunto de habilidades psicológicas que dan sustento al autocontrol, a la capacidad para no caer en distracciones y a la monitorización de las propias acciones, según su grado de compatibilidad con las metas a medio y largo plazo, de acuerdo a las capacidades que se estima que uno mismo tiene.

Se agrega, asimismo, la pasión, que es la necesidad de hacer algo porque existe una fuerza interna que mueve al individuo a hacerlo, acción y actitud que está vinculada con la vocación, que en sí es la inclinación personal relacionada con los anhelos y con todo aquello que resulta inspirador para cada sujeto.

La vocación también es considerada como un proceso que se desarrolla durante toda la vida, ya que se construye de forma permanente. Implica descubrir quién soy, cómo soy y hacia dónde quiero ir.

Claro está que un elemento clave que reafirma lo indicado está dado por la pasión, la cual es la  necesidad de hacer algo porque existe una fuerza interna que mueve a la persona  a hacerlo, que en sí promueve su  motivación que se refiere a la realización de acciones por la mera satisfacción de hacerlas, sin necesidad de ningún incentivo externo.

Ahora bien, debido a la multiplicidad de temas que las agrupaciones comunitarias orientadas en la gestión territorial propia de los recursos patrimoniales del mismo,  precisan por  la complejidad de las variables que intervienen el paisaje,  tener un aprendizaje continuo, que es una forma de ver el aprendizaje como una acción dinámica de actualización constante y adaptación a un entorno cambiante.

Para exponer el ideario frente a diversas situaciones la persona debería considerar en sus argumentaciones los conceptos de análisis y síntesis, que se refieren a dos actividades complementarias en el estudio de realidades complejas.

La capacidad de análisis y síntesis,  permiten conocer más profundamente las realidades con las que nos enfrentamos, simplificar su descripción, descubrir relaciones aparentemente ocultas y construir nuevos conocimientos, a partir de otros que ya poseíamos.  Los procesos de análisis y síntesis dependen en gran medida de tres elementos: La información y conocimientos previos que posee el individuo o grupo que llevará a cabo la tarea;  su habilidad en la percepción del detalle y de relaciones novedosas entre elementos propios de la realidad objeto de estudio, y de otros ajenos a ella; y los objetivos del estudio, que ayudarán a establecer criterios para seleccionar la información relevante y organizarla en la construcción de la síntesis.

Pese a tener una postura frente a un acontecimiento o suceso, la persona también debe mostrar una actitud de  flexibilidad a los cambios u otras visiones. Es precisamente esta transigencia  la que impulsa el deseo de aprender y mejorar de forma continua.

Por último, destacan dos competencias básicas que no pueden dejar de estar presentes en el trabajo de equipo: la responsabilidad y la perseverancia que, en combinación, determinarán  alcanzar  metas destinadas a la consecución de objetivos en pro de consolidar  un trabajo propositivo y de impacto social”.

 

***Gastón Gaete Coddou,  geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.

Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el miércoles  30 de diciembre de 2020.

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