Crematomanía… la otra epidemia

Así llamaron los griegos a cierta patología mental que describe, a quien la padece, como un sujeto alterado en su dimensión axiológica, que bajo un obsesivo impulso solo piensa en acumular dineros y riqueza.

Sin duda, esta alteración ha tomado fuerza en países cuya economía centrada en la acumulación de capitales deja de lado elementos tan esenciales como la dignidad, amor al prójimo y pre-ocupación por las generaciones venideras.

No sorprende entonces que varios líderes del viejo y nuevo mundo, frente al virus COVID-19, vean las estadísticas de mortalidad y los efectos de la enfermedad centrando su preocupación en las consecuencias económicas de la pandemia.

Esto deja de manifiesto esa sicopática personalidad crematomaníaca que está más preocupada por los efectos económicos que por las pérdidas humanas. Ello, porque se han desarrollado bajo un modelo de consumo, inspirado en el orden liberal de la producción de bienes materiales como de capital.

Enfatizar los efectos económicos de la epidemia en Chile es una arista que insiste en la sobrevaloración obsesiva del dinero, la riqueza… pero ¿cuánto vale la vida de una persona?. Los ancianos –tercera y cuarta edad- son vistos como un lastre económico por parte del Estado, y esa visión malthusiana se arrastra de fines del siglo XVIII bajo la nomenclatura “población pasiva”, que es lo mismo que decir población que no produce.

Dialectológicamente hablando los viejos son la antítesis de un modelo de producción sustentado en bienes de consumo. Los abuelos deben morir bajo la lógica del pensamiento crematomaníaco… ¿Por qué? Porque son un gasto. De hecho, los países más afectados por el virus son aquellos que peor trato han dado a ese grupo pasivo (Chile hace lo mismo y peor, según informes internacionales).

Los ajustes de pensiones en Italia y España en 2012, 2014 y 2018, confirman la otra máxima medieval: “si la vida no se las arrebató la miseria, bien lo hizo esta enfermedad”.

La pregunta es ¿qué tan importante es la salud pública en un modelo inspirado en el consumo y la acumulación de riquezas? Para países como Estados Unidos, Chile, Perú, Italia y España, solo por citar algunos, el concepto Salud Pública es un gasto, por lo cual las políticas de prevención son nulas. Sin embargo, para otros como Corea del Sur, Alemania, Cuba, Dinamarca y Suecia, los gobiernos lo consideran una inversión.

Esto nos ayuda a vislumbrar qué hay detrás de quienes piensan la política, la economía y la valoración o desprecio que pueden tener por la vida de otros.

Solo a modo de prognosis, podremos creer que la gran lección de esta pandemia es que la vida no importaba tanto para algunos… y, por lo mismo, se hace necesario humanizar la economía, no en pro de las empresas, ni de los estándares del desarrollo, ni tampoco por el Estado… sino por todos aquellos que sustentan el Estado: las personas.

Se hace necesario un cambio real, por respeto a los que ya partieron y pensando empáticamente en las generaciones que nos sucederán.

 

Autores: Alessandro Monteverde Sánchez, decano de la Facultad de Humanidades, y Felipe Vergara, ambos académicos del Departamento de Historia y Geografía de la Universidad de Playa Ancha.

 

Fuente: opinión publicada en El Mercurio de Valparaíso, como parte del reportaje “Lecciones, impactos y cambios que puede deparar el coronavirus a nuestra sociedad”, domingo 5 de abril de 2020 (enlace para suscriptores).

 

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