“Convengamos que el desarrollo es una cuestión de valores"

País subdesarrollado / país en vías de. La diferencia entre ambas concepciones es sutil, muy política, capaz de levantar polvaredas en aquellos escenarios habitados por investigadores, académicos y especialistas, o por ciudadanos comunes y corrientes, quienes desde su propia filosofía auguran y proyectan el futuro nacional y la verdadera condición o apellido del Chile actual.

Los últimos lustros han sido testigos del crecimiento económico y las grandes expectativas que las cifras macro arrojan en torno al acontecer de nuestro país en vías de. Sin embargo, así como el crecimiento no es homónimo de desarrollo, tampoco la construcción de carreteras, hospitales y escuelas (tarea del todo loable) significa estrictamente que la oficialidad esté promoviendo el capital humano.

Despejar algunas de estas interrogantes fue el objetivo al entrevistar al especialista e investigador Sergio Boisier. Con un lapso acotado para tan delicado y complejo tema, este Ingeniero Comercial, Economista de la Universidad de Chile, se dio el tiempo para conversar y resolver algunas interrogantes al respecto, mientras se preparaba para dictar la parte final de uno de los módulos del curso “Gestión Estratégica del Desarrollo Local y Regional”, impartido en la Universidad de Playa Ancha, y organizado por el Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES), en colaboración con la Asociación de Universidades Regionales (AUR).

Boisier es enfático a la hora de los análisis: el desarrollo tiene que ver con las fuerzas dinámicas que generan cambios y con la creación de capital social entrelazado indefectiblemente a la confianza entre las “personas humanas”, cuyas principales características son la dignidad, la subjetividad, la sociabilidad y la trascendencia. Ergo –ha dicho- el desarrollo bien incorporado es totalmente incompatible con las dictaduras. Por eso, sitúa en primera línea a Dudley Seers, autor fuertemente inspirado en el pensamiento de Gandhi, a quien ubica en un punto de inflexión: “convengamos en que el desarrollo es una cuestión de valores”.

Excepto Santiago, todas las zonas del país han tenido su propia batalla por la regionalización ¿Cuál es su diferencia con el desarrollo?

Son dos conceptos que pueden presentarse en forma independiente o de manera asociativa. El desarrollo local alude mas bien a que son los actores de un territorio los que juegan un papel preponderante en la generación de crecimiento y de desarrollo, independientemente del cargo que ocupen. Hoy, la mayor parte de los autores se refiere al desarrollo local agregando que lo local se entiende siempre desde arriba: vale decir, si miramos Chile hacia su interior, las regiones vendrían a ser espacios locales; si nos colocamos en las regiones, las provincias lo serían; si nos ubicamos en las provincias, los municipios vienen a constituirlos. Entonces, el desarrollo local es independiente de la escala, tiene que ver con las fuerzas dinámicas que generan los procesos.

La regionalización, en tanto, es un instrumento que en algunos casos puede estimular, potenciar el desarrollo local, aunque no necesariamente ocurra aquello. A ello responde la reciente creación de las regiones de Los Ríos y Parinacota que -aparentemente y tal como se lee en los medios de comunicación social- genera expectativas que no están cercanas a la realidad. La gente, que tiende a confundir instrumentos con medios, piensa que la designación de regiones traerá por añadidura el esquivo desarrollo, cosa que no es así.

El desarrollo tiene una fuerte y profusa vertiente axiológica, aunque pareciese que estuviese en el discurso medial más ligado al crecimiento económico.

Hay que recorrer un poco la historia para entender el nacimiento de estos conceptos en el ámbito de las políticas públicas, porque en el de la teoría económica es bastante antiguo. Después, entender la paulatina y lenta separación entre ellos.

El desarrollo se transforma en un concepto de política pública, vale decir, bajo el entendido que es posible que el Estado intervenga para generarlo, a partir, si es que hubiese que colocar una fecha de nacimiento y un evento –según los especialistas- de la firma de la Carta del Atlántico suscrita entre Roosvelt y Churchill en 1941. Este es un documento político muy importante, en el que dibujan, a mano alzada, lo que sería el nuevo orden mundial una vez que los Aliados ganarán la II Guerra Mundial, cosa que efectivamente sucedió. Ahí colocan el tema del desarrollo ya entendido como una cuestión sobre la cual el Estado podía y debía intervenir.

El 45 se crean la Naciones Unidas tomando dos conceptos fundamentales para su trabajo: la paz y su manutención, y el fomento del desarrollo. Sin embargo, por desgracia, el concepto fue apropiado por los economistas y se hizo una suerte de sinónimo entre crecimiento económico y desarrollo, aunque a lo largo del tiempo muchos especialistas dijeron que esto no era así.

El panorama empezó a cambiar recién a fines de los 60 con un trabajo de Dudley Seers, que fue muy importante, cuya primera frase dice: convengamos en que el desarrollo es una cuestión de valores. Así, comienza a abrirse paso como proceso cualitativo que no tiene que ver con el tener sino que con el ser, subjetivo, intersubjetivo, intangible. Hoy existe un consenso creciente pero no lo suficientemente fuerte -ad portas de serlo- en el sentido de adoptar esa visión del desarrollo, estimulado también por el surgimiento del concepto de Desarrollo Humano y el Índice de Desarrollo Humano que el PNUD calcula en prácticamente todo el mundo.

Cree que efectivamente el concepto de desarrollo, como lo entendía Seers, este incluido hoy en las políticas públicas de los gobiernos.

Es una interrogante que se debe responder pisando con mucho cuidado. La pregunta más bien es si se entiende exactamente qué es el desarrollo. Por ejemplo, el desarrollo, y en ese sí que muchos especialistas están de acuerdo, tiene que ver con la creación de capital social, que no es otra cosa que la confianza entre las personas. Esa confianza, cuando existe, como en Chiloé, por ejemplo, permite que las comunidades hagan muchas cosas gratis colaborando entre ellas.

Cualquiera se podría preguntar cuáles son las acciones del gobierno actual que estimulan la creación de capital social. Sería harto difícil encontrarlo, creo que todavía en la mayor parte de los gobiernos se piensa que el desarrollo tienen que ver con el incremento de obras que son valiosísimas en sí mismas; construir más escuelas, más hospitales, más caminos, más casas, son avances que no se pueden poner en duda. Sin embargo, la suma de todo eso no es exactamente el desarrollo ni lleva a él.

Más bien, entendemos que el desarrollo es crear un contexto en el cual los individuos, los seres humanos, se puedan potenciar para transformarse en personas humanas, que es la categoría espiritual del ser humano. Persona humana no es un concepto vago sino que tiene que ver con cuatro características muy claras: la dignidad, las personas humanas por definición son sujetos que tienen dignidad, por lo tanto son fines y nunca medios; la subjetividad, eso significa que son sujetos y no objetos que se autodeterminan y requieren libertad. Por eso, el desarrollo bien entendido es incompatible con las dictaduras de izquierda o de derecha, cosa que vale la pena recordar. Enseguida, la sociabilidad, la persona humana se define entre personas humanas, a tal punto que si releemos Robinson Crusoe, en la novela de Defoe, descubriremos que el esclavo Viernes nunca existió, lo inventó para seguir siendo persona en la isla. En cuarto lugar, las personas humanas tienen trascendencia, no mueren, trascienden a su muerte, quedan en el amor, en la historia, en el recuerdo.

¿Es posible que este concepto axiológico de desarrollo se incorpore en las políticas públicas?

Claro que sí, pero se requieren de cambios mentales muy complicados. Por ejemplo, para fomentar el desarrollo a nivel de una comuna, una provincia, una región o un país hay que manejar dos conceptos muy complejos: sinapsis, que quiere decir unir, y el de sinergia. Por allí, un amigo mexicano me dijo el año pasado, escuchando este discurso, que nos imagináramos entrando al gabinete del gobernador del Estado de Veracruz diciéndole a éste: señor gobernador, Usted debe preocuparse de crear sinapsis y sinergia ¡nos saca a patadas del gabinete! porque son conceptos particularmente difíciles en lo cotidiano y que requieren de reflexión, acción de largo plazo que no se produce de la noche a la mañana.

Tenemos un patrón cultural que no es particularmente propicio para el desarrollo. Recientemente, El Mercurio publicó una encuesta que hizo un organismo sobre la opinión que tenemos los chilenos sobre nosotros mismos: flojos, chaqueteros, sacadores de vuelta, envidiosos y varias otras cosas más. Esas no son precisamente las virtudes que han llevado a otros pueblos al desarrollo.

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