Registro de autoría Iván Sola

Hasta la publicación del Primer Catastro Nacional de Plantas y Proyectos de Desalinización de Agua de Mar en marzo de 2023, Chile contaba con 22 plantas desalinizadoras en operación – algunas con diez años de funcionamiento –, 6 en construcción, 3 con aprobación ambiental y 12 en evaluación preliminar. El documento, que consideró aquellas plantas con una capacidad igual o superior a los 20 litros por segundo, evidenció su carácter eminentemente productivo con más del 80% de las plantas instaladas adscritas a actividades industriales, especialmente mineras, y tan sólo tres plantas para producción de agua para consumo humano.

A este primer mapeo de la situación nacional, elaborado por la Asociación Chilena de Desalación y Reúso (ACADES), el Consejo Minero y el Comité Asesor Ministerial Científico para el Cambio Climático, se sumó – en diciembre del mismo año – la promulgación de la Ley N° 21.639 que permite al Ministerio de Obras Públicas (MOP) desarrollar proyectos de infraestructura hídrica y desalinización. Consultado por este desfase entre iniciativas privadas y estatales, el investigador postdoctoral asociado al HUB Ambiental de la Universidad de Playa Ancha, Dr. Iván Sola Macia, enfatiza en la necesidad de implementar una estrategia hídrica para la realización de proyectos conjuntos entre ambos sectores.

“La diferencia está en que la industria minera vio un problema, cómo es la necesidad de agua, y lo resolvió por su cuenta porque tiene los recursos para hacerlo, no así el Estado”, dice el doctor en cotutela internacional entre la Universidad de Alicante y Universidad de Playa Ancha, “se han propuesto modelos de financiamiento colaborativos donde el Estado sea el impulsor de las estrategias de desalación para proporcionar aguas a distintas zonas y luego, a través de un modelo concesionario – sólo por dar un ejemplo porque puede ser cualquier otro – sea una empresa quien la realice, cómo es el caso de Nueva Atacama, única planta estatal que ha sido reconocida internacionalmente por su eficiencia energética y que está hecha para proveer agua de consumo humano”.

En un marco colaborativo público – privado, el HUB Ambiental firmó un convenio de colaboración con la sanitaria ECONNSA, impulsora de Nueva Atacama, para estudiar el potencial avance del vertido de rechazo sobre los ecosistemas marinos a través de un monitoreo ambiental interdisciplinario “y los resultados fueron muy satisfactorios, ya que evidenciamos que el incremento máximo de la salinidad respecto a la salinidad natural era menor al 5% en un radio inferior a 30 metros desde el punto de vertido”.

Normativa e incidencia científica

Así como cualquier otro proyecto e industria, las iniciativas de desalación en Chile deben someter sus respectivas acciones y medidas preventivas a las evaluaciones ambientales y programas de vigilancia ambiental requeridos por el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA). Estos últimos, aunque externos a las empresas en evaluación, son financiados por ellas “y por eso es que siempre hemos destacado que se debe incluir a la academia o al sector científico, tanto en los procesos de evaluación ambiental, como en los procesos de seguimiento ambiental porque las universidades y los centros de investigación son organismos objetivos y sin conflicto de interés que aportan el mejor conocimiento científico para que se implemente las medidas de gestión y/o mitigación más adecuadas”.

¿Qué tan preparada está la normativa chilena para esta industria?

Aún no existe una ley específica para regular el contexto de desalación. Los proyectos se someten al SEA y se evalúan como una industria que va a realizar un vertido de rechazo al mar en una vía genérica que regula tanto proyectos de desalinización que realizan vertidos de salmuera, como de aguas residuales o de plantas termoeléctricas. Es necesario que se implemente una normativa específica para la regulación de los vertidos de salmuera, considerando requerimientos específicos a sus características.

“En el contexto de los programas de vigilancia ambiental para los vertidos de las plantas desalinizadoras, las recomendaciones que hacemos son, por un lado, eliminar parámetros que son irrelevantes dentro del contexto de desalación y que generan costes económicos añadidos sin proporcionar una mayor protección ambiental, y por otro lado, incluir los parámetros que garanticen una mayor protección ambiental cuando estos estén ausentes”.

Cuando te has formado y desempeñado en distintos países sobre esta materia, ¿qué podríamos tomar prestado de otros países?

Una de las cosas a considerar en materia de gestión es un umbral de salinidad máximo dentro de un rango específico en la zona de afección del área de vertido. Bajo uno de los proyectos que estoy coordinando para el desarrollo sostenible de la desalación en Chile, evaluamos el área de afección de distintas desaladoras en el norte del país y observamos que, de aplicarse estándares de normativas internacionales como la australiana, las plantas cumplirían con ellos, pero eso no quita que sea necesario establecer unos límites máximos deseables de salinidad en relación a la salinidad natural.

“Hay distintas normativas a nivel internacional, y en el caso de Chile debería existir un comité científico para evaluar la mejor normativa a implementar pero, personalmente, propondría la normativa australiana como modelo ya que indica que no se puede superar en un 5% la salinidad natural del mar en los primeros 100 metros desde el punto de vertido, y es una normativa súper aplicable al contexto chileno”.

Hallazgos en las costas de Chile

Iván Sola, que este año comienza su Fondecyt Postdoctoral para evaluar el uso de biomarcadores de estrés en macroalgas para el estudio de zonas de vertido de salmuera, participa como coinvestigador en distintos proyectos anidados en el HUB. Uno de ellos es el Fondecyt de Iniciación de la Dra. Fernanda Rodríguez-Rojas, quien además es patrocinadora de su FP, que desde 2022 está evaluando los impactos de desalinización en el norte de Chile a través de las respuestas celulares y moleculares en anémonas de mar (Actinaria).

¿Qué han evidenciado en este proyecto?

Hemos observado que estos biomarcadores bioquímicos y moleculares, a partir de distancias de 40 o 50 metros desde la zona de vertido, no reportan un impacto significativo. Y el estrés que hemos identificado a 20 o 30 metros, en algunos casos, no compromete la supervivencia de la especie.

¿Y qué explicaría estos hallazgos?

Destacaría dos puntos. Uno, la tecnología, porque a pesar que la desalación aquí está siendo novedosa, hace más de veinte años se está desarrollando en España y otras partes del mundo, y se ha podido identificar que se pueden reducir o minimizar los potenciales impactos ambientales con el uso de la tecnología adecuada. Los nuevos proyectos aquí en Chile ya están considerando el uso de difusores que favorecen una dilución rápida de la salmuera. Y dos, incluso en proyectos donde la tecnología no es tan eficiente, hemos identificado que las condiciones oceanográficas y geomorfológicas de Chile favorecen de manera natural una rápida dilución de la salmuera en el medio marino.

¿Y cómo son esas condiciones aquí?

A diferencia del mar Mediterráneo, que presenta una costa con una batimetría mucho más lineal, generalmente con pocas pendientes y corrientes, en las zonas costeras de Chile encontramos pendientes súper abruptas, a veces a tan sólo 50 metros de la costa, y de mucha profundidad. Esto, sumado a las fuertes corrientes y una salinidad menor del océano Pacífico respecto a otras regiones como el Mediterráneo, favorecen una mayor dilución de los vertidos.

“En comparación al Golfo Arábico, por ejemplo, hay proyectos de desalinización que captan agua de mar con una salinidad de 40 gramos por litro. Si a través del proceso de desalinización mediante ósmosis inversa se puede duplicar la salinidad natural del agua de mar, están realizando vertidos de salmuera con salinidades de aproximadamente 80 gramos por litro. Sin embargo, esa conversión en el contexto de Chile siempre será más baja y favorable debido a las condiciones naturales que presentan los proyectos de desalación aquí”.

¿Será por eso que no es una industria que haya registrado desastres ecológicos?

Sí, y precisamente eso me gusta de trabajar en esta línea porque considero que existen y se aplican las herramientas adecuadas que permiten llevar a cabo una desalación sostenible. En otro tipo de industrias es muy complicado y muy difícil que no se produzcan impactos ambientales significativos, pero en este caso la experiencia científica y conocimiento que se viene aplicando en el mundo, junto con las condiciones oceanográficas propias del país, favorecen en esa reducción y control de impactos.

Incidencia nacional e internacional

Además de la participación en Nueva Atacama y la producción de conocimiento y capital humano avanzado a través de las líneas de financiamiento de ANID, el equipo del HUB está llevando a cabo el proyecto Desalación para la Agricultura, una planta desalinizadora modular para uso agrícola en cooperación con la empresa VIGAflow, el Gobierno Regional de Valparaíso, la Delegación Presidencial Provincial de Petorca y la comunidad de agricultores de Pullally de la comuna de Papudo. “Este es un proyecto pionero que busca proveer de agua a cultivos experimentales de quínoa y frutilla a través del reúso del agua de rechazo y de diferentes tratamientos de riego en un contexto de economía circular que ya ha mostrado resultados preliminares muy satisfactorios, tanto a nivel productivo como de crecimiento”.

¿Cómo surge este proyecto?

El proyecto se desarrolla en el marco de la iniciativa de ANID, “Fortalecimiento de las capacidades institucionales para la gestión de la I+D, transferencia tecnológica y emprendimiento vinculadas al entorno regional y nacional” (INID210013), y se espera identificar los mejores umbrales de calidad de agua desalada y sus mezclas con otras fuentes convencionales con el fin de asegurar las mejores producciones y rentabilidades agrícolas.

“La planta desaladora tiene una capacidad de producción que emplea como fuente de captación el agua salobre de un pozo situado dentro del predio agrícola experimental. Una vez captada el agua salobre, se lleva a cabo el proceso de desalación por ósmosis inversa, que permite obtener un agua dulce de excelente calidad, la cual se destina para uso agrícola durante la fase experimental del proyecto”.

Toda esta experiencia ha consolidado a la Universidad de Playa Ancha como un referente académico en materias de desalación que, apenas en el último mes, ha participado activamente en instancias nacionales e internacionales de divulgación y colaboración mediante la representación del Dr. Sola. Entre esas instancias se encuentra la Conferencia y Exposición “Desalinización América Latina 2024”, el Congreso Internacional “Nuevas fuentes de agua para Chile” y el Foro por el Día Mundial del Agua 2024 “Economía circular del agua y desalación del agua de mar”. Para conocer más sobre estas actividades, puedes visitar la noticia realizada por el periodista del Centro de Investigación HUB Ambiental, Diego Trujillo.

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