Alda Canessa: “Hace mucho tiempo que dejé de creer en coincidencias”

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De apariencia fuerte, dura y hasta fría podrían calificar quienes no conocen a Alda Canessa Illana, académica de la Facultad de Humanidades de nuestra universidad, que recientemente recibió la medalla por 55 años de servicio. Sin embargo, esa apreciación es totalmente distinta para quienes han tenido la oportunidad de tenerla como profesora o colega.

Alda Canessa 5Con una altura, que se acompaña de una discreta elegancia, Alda recorre a diario los pasillos de esta casa de estudios con el corazón dividido entre su vida familiar y éste, su segundo hogar.

Por más de 30 años lo hizo en doble jornada, pero hoy ese tiempo se ha reducido a la mitad, porque sus dolores lumbares se han hecho parte de su vida, y aunque la recomendación médica es descansar, es tan potente la relación con la universidad, que decidió vivir el día a día, sin plazos, sin fechas, sin apuros, pero aquí.

Así es Alda, casada (dos hijos, dos nietos), categórica y decidida. Sin embargo, bajo esa mirada directa y su hablar sin rodeos, lleva a cuestas un dolor profundo y eterno: la muerte de un hijo de 24 años, quien en el verano del ‘89 desapareció en las gélidas aguas de un lago cordillerano, emplazado más cerca de Argentina que de Chile. Su cuerpo nunca apareció, y algo de su alma de madre también partió con él.

A pesar de esa experiencia inexplicable, esta mujer supo buscar dentro de sí la fortaleza que finalmente le permitió incorporarse a sus quehaceres académicos casi de inmediato. Por ello, en marzo de 1990, Alda reinició sus tareas docentes, masticando esa pérdida y retejiendo en su corazón, relaciones de afecto con sus estudiantes.

UNA VIDA EN VERDE

Curiosamente, antes de iniciar esta entrevista, Alda dio su primera señal de profunda emotividad. Me dijo ­sígame­ y, sin saber hacia dónde, enfilamos los pasos desde su oficina, ubicada en el quinto piso, hacia un pasillo que dio a un amplio ventanal. Se detuvo y apuntó hacia un pino de más de cinco metros de altura.

Alda Canessa 4¿Ve ese árbol?, me preguntó. Yo estuve aquí cuando mi amigo y colega José Arancibia lo plantó en la década de los 70. “Ese árbol y el gomero que está en el mismo sector ­y que un día adornó mi oficina­ también me recuerdan el paso de los años, de las generaciones….de mi vida”, dijo mientras contemplaba el acompasado movimiento de las ramas acariciadas por el viento sur de Playa Ancha. No vi sus ojos, pero en esos momentos, no fue difícil imaginar que estaban humedecidos. Entonces, después de un silencio cómodo y necesario, regresamos a la oficina y comenzó nuestra conversación.

¿Cómo surgió su relación con la Universidad de Playa Ancha?

­-”Empecé estudiando Pedagogía en Inglés en el antiguo Pedagógico de la Universidad de Chile, y tuve la suerte que me ofrecieran una ayudantía cuando estaba en segundo año, por la cual me pagaron imposiciones. Después dicté un curso ad honorem, reemplazando a un gringo, lo que más adelante me significó un contrato por horas y luego jornada completa. Miro hacia atrás y, sinceramente, jamás se me pasó por la mente que estaría haciendo clases por 55 años”.

¿Y cuál es su evaluación de este tiempo?

-­”Que pasó muy rápido. Y claro, esto ocurre porque me gusta y disfruto intensamente mi labor. Esto me hace pensar que cuando uno ama lo que hace y encuentra satisfacción en aquello, el tiempo vuela y la vida parece un suspiro”.

Considerando su experiencia ¿Qué le diría a las nuevas generaciones de profesionales o de académicos?

-­”Que deben amar lo que hacen y que sean sinceras consigo mismas, porque de lo contrario, no hallarán disfrute en lo que hacen. Si dudan, es simplemente, porque no están en lo suyo”.

RETROALIMENTACIÓN

­Alda Canessa 3¿Qué es lo que más le atrae de su trabajo en la universidad?

-“Que me relaciono con jóvenes, pero que en cierta forma, ya tienen su vida encaminada. Por lo tanto, hay una forma de razonar y llegar a ellos, y de eso me nutro”.

­De estos 55 años ¿qué hecho o situación ha sido el más doloroso que ha vivido?

-….Piensa un momento….y dice: “sin duda, el suicidio de un estudiante. Enterarme de repente que alguien que estuvo en mis clases, que hacía grandes sacrificios para venir y estudiar, decidió quitarse la vida, es impactante. Eso, sin duda es algo muy doloroso. Gente joven que parte de esa manera, siempre remece, porque uno se pregunta si pudo haber hecho algo para evitarlo. Otro hecho que también me ha impactado, es la muerte de un joven a causa del cáncer. Ser testigo de cómo esa vida se apaga, también es doloroso”.

­Las muertes de jóvenes son para usted, lejos lo más marcador…

-”Así es. Quizás es porque sufrí la pérdida de mi hijo..

¿Cómo así?

-­”A los 24 años, mi hijo mayor (Mauricio) murió en un accidente (1989). Eso me cambió la vida, me dio vuelta completamente. Vivo con esa pérdida, pero de alguna u otra manera, encontré en mi trabajo, en los colegas y las autoridades, el apoyo para seguir. Eso, a pesar de que nunca hallaron su cuerpo. Se dio vuelta el bote en que estaba y nunca lo recuperaron. Estaba en 5º año de Derecho”.

­Cómo logró cerrar el círculo si no encontró su cuerpo. Dónde lo visita?

-“No sé si cerré el círculo. Además, no soy de ir a cementerio. Eso a mí no me importa. Incluso, no haber recuperado su cuerpo no tiene importancia”.

­Ahora que ya han pasado tantos años, ¿cómo interpreta ese hecho?

-“Hace mucho tiempo que dejé de creer en coincidencias, porque de alguna manera entiendo que hay un orden superior. Entonces, las cosas tienen que suceder y ocurrir de cierta manera, aunque nos duela. Digo esto, porque hubo muchas señales que me indicaron que algo iba a ocurrir en la vida de este hijo. De hecho, nos enteramos al día siguiente del accidente, pero ese mismo día, sin saber nada, le dije a mi esposo que yo sentía una pena negra. Al día siguiente comprendí por qué era. Este dolor me permitió, además, comprender ciertas situaciones por las que pasan mis estudiantes. Son experiencias de vida que refuerzan”.

¿A propósito de la muerte, qué piensa de ella?
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-”Creo que la energía que nos alimenta, ese espíritu que mantiene la llama encendida, nunca se va. Es la materia la que desaparece, por eso no soy amiga de los cementerios ni nada de eso. Los restos no me interesan. Pero también creo que esa energía evoluciona de alguna manera hacia otros planos”.

EQUILIBRIO PERFECTO

Considerando todo lo que ha vivido, ¿diría que es la vida misma la que le ha formado el carácter?

“No lo sé. Lo único que puedo decir es que efectivamente soy de carácter fuerte. Pero, muchas veces quienes somos más fuertes, recibimos más golpes. Aunque debo reconocer que siempre trato de imponer mi carácter. Que se note, porque en esto de la pedagogía hay que saber pararse frente a los estudiantes, tratando de equilibrar la ternura y la fuerza en su justa medida. Pero déjeme decirle una cosa, para esta profesión, la fortaleza no es lo más importante, sino la rectitud que va de la mano con la honestidad­, y la objetividad. Sin duda, estos son dos valores que día a día debemos cultivar”.

Alda Canessa 2Y respecto al acontecimiento que más atesora en estos 55 años , ¿cuál recuerda?
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-”Diría que no es una sola cosa, sino muchas situaciones que a uno la enriquecen y que la hacen sentir feliz con lo que hace. Pero quiero rescatar algo, y es que la institución siempre ha salido fortalecida de todo lo que ha vivido y eso está simbolizado en los árboles que le mostré al principio. Esto también nos afecta positivamente a todos, porque nos hace sentir más contentos y orgullosos de nuestra universidad. Además, todos hemos contribuido en su desarrollo”.

La expresión “mi segundo hogar” ¿no es un cliché para usted?

­“Para nada. De verdad ésta es mi segunda casa. Eso sí, siempre con vista al mar (ríe). Por nada del mundo dejaría de ver el mar. Pero hablando en serio, me da mucho gusto compartir con colegas que alguna vez fueron mis estudiantes. Por lo tanto, para celebrar la vida, todos los años los invito a almorzar a mi casa. Es una tradición y disfruto mucho hacerlo”.
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Usted ha formado a varias generaciones de profesionales y ha compartido con numerosos colegas. ¿Ha pensado cómo le gustaría que la recordaran?

-“Con alegría, con entusiasmo, con cariño, porque así uno confirma que efectivamente ha sido un granito de arena en su proceso de formación. Es lo que siento cada vez que me encuentro con un exalumno. Esos abrazos cariñosos me llenan el alma y compruebo con emoción que sí he dejado una huella en sus corazones”.

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